La cuarta entrega de nuestra historia está profundamente marcada por los avatares políticos e históricos del momento, el estallido de la Guerra Civil y el exilio de Juan Matas Salas y su familia a Italia. Precisamente como valor añadido a nuestro capítulo contamos con las afectuosas palabras de Vicenç Rotger y Jaume Rebassa, nietos de Jaume Rebassa compañero de exilio y amigo. ¡Gracias!
Cap.4 DE VUELTA A CASA, LOS AÑOS DUROS DE LA GUERRA CIVIL Y EL EXILIO ITALIANO
(…) No tuve necesidad de meterme otra vez en la ebanistería ni nuestro padre en la zapatería porque el negocio desarrollado en casa daba para toda la familia.
En Palma, las cosas habían cambiado mucho. Los cines ya no proyectaban las diapositivas entre los cambios de rollo. Ahora al pasar del mudo al sonoro se habían instalado equipos dobles que permitían el paso de la película entera sin interrupciones. Y aquí nació el intermedio único entre películas que era aprovechado para pasar la publicidad toda de una vez.
En 1933 viajé a Valencia, Madrid, Zaragoza y Barcelona y como es lógico frecuenté los cines observando que las diapositivas que se exhibían eran bastante inferiores a las nuestras. En ello vi una posibilidad de exportación y ya dejé nombrados varios representantes. Era el principio de la gran red de agentes y clientes que llegaríamos a tener en toda la geografía española.
La cosa iba marchando viento en popa y en continua prosperidad. José y mi padre seguían empleados en el Ayuntamiento y por las tardes me ayudaban en la publicidad. Nuestro padre amén de otros trabajos nos efectuaba la cobranza. Jaime el hermano pequeño ya estaba también en condiciones de ayudarnos. En casa se respiraba felicidad por la unión familiar y porque los ingresos nos permitían vivir cada día más holgadamente. Hasta mi madre, de por sí “malsofrida” había suavizado su carácter. Todo esto no podía hacernos presagiar la tormenta que se no avecinaba: ¡JULIO DE 1936!
La guerra civil nos obligó a mi padre, a mi hermano José y a mí a permanecer escondidos durante tres años huyendo de la persecución por ser elementos de izquierdas.
Se perdieron en consecuencia los empleos de mi padre y José, amén de todos los clientes de la península. Hasta los ahorros del banco nos fueron confiscados.
Tampoco el público de Palma ni los comerciantes estaban para cines: la tragedia era demasiado grande. La vida se hacía muy difícil y para subsistir empezamos a vender objetos que no fueran imprescindibles como bicicletas, coches y cámaras fotográficas.
Y aquí no vendrá mal una curiosa anécdota. Para las diapositivas usábamos placas fotográficas de fabricación inglesa que solía comprar las cajas de seis en seis. Vino el representante de dicha casa y me ofreció unos precios muy ventajosos y unos pagos escalonados si compraba doce docenas de cajas. Aquello me pareció un absurdo porque tendría material para un par de años, pero el representante como buen catalán y comerciante llegó a persuadirme rebajándome aún más el precio y acepté el pedido cuyo material llegó exactamente a principios de Julio.
Para iluminar las diapositivas usaba colores a la albúmina de procedencia alemana que venían en frasquitos muy pequeños y pasé al representante un pedido de frascos de cien gramos con el objeto de economizar y con lo cual tendría colores para una buena temporada. Por casualidad recibí también estos frascos a principios de Julio, pero por error los mandaron de litro lo cual valía una fortuna que no podía desembolsar y el representante me dijo que me los cambiarían, pero estalló la guerra sin que esto se hubiera llevada a cabo.
Para hacer las diapositivas a mano y las tapas de las fotográficas, usábamos negativos viejos que nos vendían los fotógrafos y que nosotros limpiábamos de gelatina. Estos cristales medían 10×15 cms y como nosotros usábamos 10×8,5 cms los cortábamos quedándonos unos retales de 10×6,5 cms que metíamos en unos cajones y luego los echábamos al mar. Al estallar la guerra, había unos cajones que por desidia no habíamos tirado aún.
En los cines durante la guerra se obligó a pasar en los intermedios una diapositiva con la efigie del general Franco con el público en pie y el brazo extendido al estilo fascista mientras se escuchaba el himno real y el himno falangista. La jefatura de policía aprobó el modelo de diapositiva presentado por nosotros y todos los empresarios de Mallorca se vieron en la obligación de adquirirla. Mi hermano José y yo las hacíamos en nuestro escondrijo y Jaime el pequeño, que oficialmente había quedado al frente de lo poco que se hacía, se encargaba de venderlas. Aprovechando el mismo negativo de las diapositivas se me ocurrió hacer una prueba en papel bien iluminada y montada con un pie de cartón aprovechando los retales de cristal que yacían en el cajón a la espera de ser tirados al mar, para obsequiar al oficial de la jefatura de policía que nos había autorizado la diapositiva el cual la puso sobre la mesa. Este cuadrito hizo gracia y empezamos a hacerlos en serie vendiéndose en diversos establecimientos y llegamos a hacer muchos centenares.
¡Qué amargo sarcasmo! Durante cerca de tres años vivimos de la explotación de la efigie del “caudillo” cuando precisamente por culpa de él estábamos faltos de libertad. Y véase también en qué medida la fortuna colaboró con nosotros pues gracias a las placas y las tintas que no queríamos, pudimos trabajar para comer una larga serie de años.
Hacia 1938 Jaime fue llamado a filas y llevado al frente de combate. Entonces tuvimos que delegar su cometido a nuestra hermana Antonia, la cual con ayuda de un cuñado pudo salir adelante y al terminar la guerra y huir mi padre, mi hermano José y yo de Mallorca en busca de la libertad, Antonia pudo seguir suministrando diapositivas a varios cines lo cual le permitió ganarse el sustento de la parte de la familia que quedaba.
Por una serie de avatares que referirlos se apartaría del motivo principal de este escrito, pasamos un año en la cárcel de Roma, tres en una isla italiana de destierro, un mes y medio en la cárcel Modelo de Barcelona y veinte días en la de Palma.
(continuará…)
A ITÀLIA
A ca nostra, quan érem petits, i parlàvem del padrí Jaume Rebassa ho fèiem en veu baixa, el que donava cert to de misteri a la seva figura. A més també hi havia ignorància de moltes de les coses que havia hagut de sofrir. A les sensacions que teníem s’hi afegia l’admiració cap a una persona que va pagar per la coherència amb les seves idees amb el pitjor càstig. Fins i tot, malgrat el temps que havia passat de la Guerra Civil, hi havia sentiments de por i encara restava penyora dels temors viscuts durant els tres anys que va estar amagat a diferents indrets de Mallorca.
Quan va acabar la Guerra, un grup de companys que pensaven que no tornaria la normalitat política, i veien com la Democràcia era una quimera varen voler fugir de l’illa. Entre ells, els germans Joan i José Matas, el seu pare i el nostre padrí Jaume Rebassa, de qui eren molt amics. Tots ells varen reunir els pocs estalvis que tenien per comprar una barca de sis metres amb la intenció d’arribar a Alger. Aquell viatge carregat d’il·lusions va ser possible el 19 d’agost de 1939 quant s’embarcaven a prop de Camp de Mar.
A la nostra família sempre que parlàvem dels Matas ho feiem amb el respecte i la consideració que es mereix la gent honrada, cabdal i solidària.
Passat el temps, un dia a finals de 1974 Joan Matas va venir a visitar a la nostra padrina i als seus fills Antònia, Jaume i Felip. Joan Matas, que havia escrit l’aventura, va entregar-li una còpia feta amb paper ceba a la nostra padrina, amb la intenció que els seus fills poguessin conèixer tot el que varen passar aquests companys d’idees i de viatge.
En aquests papers hi havia detalls increibles del viatge com el moment que un vaixell italià els va recollir quan estaven a punt d’enfonsar-se amb el llaüt a la deriva.
Gràcies a aquest escrit de Joan Matas, que després els seus fills, Pep i Isabel, amb l’ajut del seu nét Joan editaren amb el títol de “Mi Odisea”, vàrem conèixer la història dels quatre anys que varen viure plegats en diferents presons i confinaments d’Itàlia. Sense aquells textos els familiars de Jaume Rebassa coneixíem el relat de manera molt fragmentada. Fins al moment només teníem algunes informacions del propi Matas, d’en Joan Vallcaneras, i de les cartes que, amb moltes dificultats, el nostre padrí ens havia pogut enviar sempre passades per la censura.
Anys més tard el meu cosí Jaume Rebassa va recórrer tots els indrets assenyalats en el llibre per Joan Matas. Aconseguí anar al punt on davant l’avanç de les tropes alemanyes a Itàlia, en Joan Matas i el seu pare varen aconseguir fugir i tornar a Palma, però el nostre padrí, segons vàrem saber molts anys més tard, va ser capturat per la Gestapo. El nostre padrí després de passar pel camp de concentració de Flossenburg (Alemania), va ser traslladat al camp de treball forçats de Dora-Mittelbau, aquí va morir el 24 de desembre de 1943, segons consta els arxius del Memorial de Buchenwald.
En una de les cartes que va poder escriure el padrí a la nostra padrina deia: “los amigos Matas, como te decía en mi carta anterior, me proveen de lo indispensable, y de muy buena gana; pero como comprenderás yo no puedo convertirme en una carga perpetua para ellos, mi dignidad no me lo permitiría”.
El nostre agraïment per sempre a la família Matas.
Vicenç Rotger Rebassa
Jaume Rebassa Moll