En relación al último post publicado en este nuestro blog, en el cual se hablaba de las posibilidades para el anunciante en el medio cine (nuestro medio preferido), y más en concreto del augurado éxito taquillero del inminente estreno de 50 sombras de Grey, me gustaría hoy destacar otro reciente gran caso de éxito y que tiene el valor añadido de ser un producto de nuestra tierra. Y es que si algo demostró la gala de los Goya celebrada el pasado sábado día 7, gala que ya fue un éxito en sí misma, pues fue seguida por 3,8 millones de espectadores, es que el cine patrio vuelve a estar de moda y es capaz de ofrecer títulos con un alto nivel de valor tanto comercial como artístico.
De entre las obras nominadas hubo una que se impuso de forma titánica por encima del resto y acaparó sin piedad 10 de las estatuillas, entre ellas las de mejor director y mejor película. Y es precisamente sin piedad como Alberto Rodríguez, en su cinta La isla mínima, nos adentra en la España profunda de principios de los 80. Aquella en la que la delgada linea que separaba el franquismo y la joven y frágil nueva democracia se diluía constantemente siendo caldo de cultivo idóneo para caciques y corruptos varios, es decir, un panorama que no dista demasiado del que vivimos 35 años después.
En este contexto político y social y en un pueblo dejado de la mano de dios, el cual logra ser un personaje más, omnipresente en todo el film, transcurre la historia de dos policias de carácter antagónico, uno representa las ganas de cambio y la ilusión por el progreso (ganas e ilusión que acertadamente se percibe como van transformándose en resignación), y el otro es un espejo del antiguo regimen: implacable y cínico a partes iguales.
Ambos son destinados a un pueblo alejado de la ciudad y de sus posibilidades y deben resolver la desaparición de dos hermanas adolescentes. Durante el metraje del film se van sucediendo situaciones y se va creando una atmósfera que inevitablemente nos trasladan a historias ya vistas en la pantalla como las de Twin peaks o True detective (aunque True detective se estrenó posteriormente). Y lograr contar historias similares a la de los títulos citados y aguantar el pulso es algo digno de admiración y motivo de celebración para todo aquel al que le gusten los relatos plagados de misterios y en los que nada ni nadie son lo que parecen ser en un principio.
Contado con un acertado ritmo lento y una fotografía espectacular esta película me ha devuelto la fe en el cine español, a pesar de lo mucho que me costó dejar de ver al policia veterano como Pocholo. Después de su triunfal paso por los Goya vuelve a las salas de cine así que animo a todo aquel que no la haya visto aún y a los que quieran volver a disfrutarla a que no lo duden y aprovechen la ocasión. Y sí, para mi como anunciante sería un privilegio aparecer antes de semejante peliculón.
Carlos Artero