Un amplio grupo de laboriosos operarios sobre una pista de aterrizaje, un cegador atardecer, una canción que promete épica a base de riffs pseudo heavy metal y unos créditos que van apareciendo con una fuente que un día quiso ser moderna. Así comenzaba la película de 1986 Top Gun y así comienza la segunda parte estrenada hace unas semanas. Es tal la similitud que, de no haber visto escrito el nombre de Jennifer Connelly con esa terrible tipografía, hubiese comenzado a dudar de haber entrado en la sala correcta.
De este modo, hace poco fui a ver esta mega producción animado por la gran campaña que se ha hecho alrededor, por las declaraciones que leí de Tom Cruise en las que afirmaba que sus películas están hechas para verlas en el cine y que no serán estrenadas nunca a través de plataformas y también, por un par de amigos que alucinaron bastante con la primera parte hace unas décadas.
Aunque, he de reconocer que la original no la vi en su día y que la acabé viendo precisamente porque sabía que acabaría yendo a ver la actual. En cuanto me puse la primera parte me di cuenta del porqué no le había dado una oportunidad durante todos estos años. Me pareció más un conjunto de buenos anuncios, unidos por la sonrisa de Tom Cruise, que una película en sí mismo. Como esas películas de las plataformas que Tom Cruise combate, que parecen estar dirigidas por un ordenador capaz de combinar unas cuantas variables en lugar de por un profesional amante del séptimo arte.
Por el contrario, este nuevo Top Gun me pareció que acertaba sorprendentemente ahí donde la original parecía resbalar, que rellenaba perfectamente aquellos fallos del guión que su predecesora no se preocupaba de contemplar. En otras palabras, me dio la extraña impresión de que la primera parte no era más que un boceto de película y que no ha sido hasta ahora, casi cuarenta años después, cuando se le ha dado la forma definitiva. Esta idea se traslada de forma obvia al aspecto técnico en esta entrega las batallas y las piruetas aéreas son realmente espectaculares. Además, se entiende perfectamente el empeño de Tom Cruise en su defensa de acudir a la gran pantalla. Por mucho subwoofer y muchas pulgadas que tenga uno en casa ni por asomo es comparable la experiencia.
Durante la película, aparecen móviles, chistes de selfies y aviones de 5 generación, pero está hecha de una forma que te transporta directamente a los gloriosos ochenta y te da una agradable sensación en estos tiempos de incertidumbres varias de que, al final, pase lo que pase, todo saldrá bien.
Carlos Artero