90 años no se celebran todos los días y con motivo de este aniversario desempolvamos nuestra historia. No hay mejor manera que de la mano de las memorias empresariales que dejó escritas en 1979 su fundador Juan Matas Salas, que por supuesto no son, ni pretenden ser, ninguna joya literaria sino un testimonio de época. Durante este especial 2015, cada mes, publicaremos en nuestro blog una de las doce entregas en las que hemos dividido nuestra primera historia empresarial, comentada por una figura «especialista» que le puede dar una enfoque o revisión actuales.
Esperamos que lo disfrutéis tanto como nosotros, ¡atentos! que ya empieza…
LOS INICIOS. DE UN JUEGO DE NIÑOS A UNA EMPRESA
Discurría 1924 cuando contaba yo dieciséis años de edad y trabajaba con mi tío Pedro Jaume que a la sazón tenía una tienda de muebles y un modesto tallercito de ebanistería sito en la calle del Sindicato nº106.
Mi tío no tenía ningún hijo y todo hacía presagiar que de perseverar yo en el cometido sería el heredero del negocio.
El oficio de ebanista no me disgustaba y fui bastante aplicado por lo cual a tan temprana edad ya podía considerarme un medio oficial aventajado ganado la respetable cantidad de cuatro pesetas diarias, cuando entonces el jornal de un oficial de primera oscilaba entre las cinco y las seis pesetas.
Hay que tener presente que empecé a trabajar a los diez años, cosa corriente en aquellos tiempos. Pero había otra cosa que me gustaba aún más que la ebanistería: el cine, llamado entonces pomposamente “cinematógrafo” hasta que la palabra quedó en su apócope.
Bueno será antes de pasar adelante explicar un poco cómo funcionaba entonces el cine, ese tan popular espectáculo que nació a finales del siglo pasado como una curiosidad de feria y que llegaría a movilizar tanta gente y reunir tantos millones de espectadores.
El cine nació mudo y pronto conquistó los títulos de “séptimo arte” y “arte silencioso”. Todo estaba basado en la mímica y como es también obvio el color en la fotografía tardó bastante en aparecer.
Siendo el cine mudo, todos los locales disponían de una orquestina o cuando menos de un pianista sólo, que amenizaba las proyecciones y por poco que dejase de tocar, el público vociferaba: “Música”. En ciertos locales y en ciertas películas distinguidas llegó a ejecutarse una música adecuada a la acción del film.
Solía haber también en los cines un chiquillo uniformado que con una canasta pendida del cuello contenedora de la mercancía se desgañitaba ofreciendo: “¡Caramelos, pastillas de café con leche, bombones rellenos!”.
Al disponer los cines de un solo proyector, entre rollo y rollo era forzoso hacer una corta interrupción para cambiar la bobina, pausa que era aprovechada para exhibir unas cuantas vistas fijas, o sea cristalitos anunciadores de próximos programas, e indefectiblemente escritos de forma rudimentaria por los propios operadores.
En aquella época era muy corriente entre los muchachos coleccionar cromos que solían venir dentro de las tabletas de chocolate y también fotogramas de película, a los que llamaban “bustos” cuando se tratara de primeros planos. Ni la película ni la maquinaria habían llegado a la perfección actual siendo por consiguiente las roturas de la película muy frecuentes lo cual facilitaba la difusión de los fotogramas que se descartaban al hacer los empalmes. Incluso se vendían caramelos que como regalo contenían un fotograma.
El Cine Moderno sito en la plaza de Santa Eulália era en aquellos tiempos el local favorito de los cineastas al que se conocía por el “salón de moda” y hacía dos programas semanales: de lunes a miércoles ponían dos episodios de una película americana de aventuras cuyos ídolos eran William Duncan, Eddie Polo, Perla Blanca o Antonio Moreno y una comedia también americana. De jueves a domingo el programa solía componerse de una “jornada” de una película francesa en serie, por lo regular folletinesca y una película dramática italiana de Francesca Bertini, María Jacobini, Itala Almirante Manzini, Pina Menichelli, Andrea Abay, Alberto Collo y un largo etc, de los famosos trágicos italianos. Los lunes, jueves y domingo daban tres sesiones de 3 a 12, y los demás días dos, de 6 a 12.
Dada mi gran afición solía ir al Cine Moderno dos veces por semana o sea que veía todos los programas. Durante el “descanso” una serie de muchachos nos reuníamos en un pequeño vestíbulo y como todos éramos coleccionistas de fotogramas se establecía un intercambio, y así fue como trabé amistad con Guillermo Mesquida, caramelero del local con el cual cambiaba también cuadritos de película.
Imagen del archivo fotográfico J. Mascaró Pasarius
Con ocasión de la proyección de una película del famoso caballista Tom Mix, manifesté al caramelero lo mucho que me gustaría poseer un “busto” del protagonista y me dijo que lo pediría al ayudante de cabina y tal vez lo consiguiéramos. Y cuando volví al cine me dijo el caramelero que el operador había cortado un fotograma para mí pero que quería dármelo personalmente por temer que me lo vendiera y con esto no quería negociar.
El operador era Francisco Mercant, todavía vivo cuando escribo estas líneas, y con el cual me uniría luego una muy estrecha amistad. Tenía la costumbre de salir fuera a tomar un café durante el intermedio y al pasar el caramelero me presentó y me dio el “busto” ansiado.
Me faltó tiempo para robar un puro a mi padre y en la próxima entrevista obsequiárselo a lo que él me correspondió con un buen puñado de fotogramas y así fue creándose una amistad y dándome peliculitas cada vez que me veía. Un día le manifesté lo mucho que me agradaría ver la maquinaria invitándome a pasar a la cabina quedándome maravillado en la contemplación de sus manejos.
Me quedé muy quietecito en un rincón para no estorbar y mientras el proyector iba pasando metros de película, el operador sacó unos cristalitos, tintero y pluma escribiendo sobre los mismos leyendas para participar al público.
Como ya de muy niño me gustaba dibujar letras, me entretenía imitando los programas de los teatros, y aquello de los cristalitos llamó poderosamente mi atención, cosa que no pasó desapercibida por maestro Francisco que al manifestarle como aquel trabajito me parecía muy interesante y que me gustaría hacerlo ni corto ni perezoso me dio un cristal para que le escribiera “Buenas noches, ha terminado”.
Con una enorme ilusión puse manos a la obra y para más realce usé unas pinturitas a pincel de vistosos colores dando rienda suelta a mi fantasía creadora. Pero cual sería mi decepción al proyectarlo y ver que salía todo negro debido a la falta de transparencia de los colores, indicándome el operador que para ello debía usar tinta china. En mi empeño eché el resto y le di golpe a una hucha donde guardaba mis pobres ahorros y los invertí comprando tinteros Pelikan de diversos colores y plumillas adecuadas que la misma práctica me enseñó a usarlos correctamente puesto que escribir sobre cristal no resultaba nada fácil.
El operador estaba encantado por el trabajo que le ahorraba y yo más encantado todavía por el deleite que para mí representaba y por los “bustos” que me regalaba para aumentar mi colección.
Introduje la novedad de combinar fotogramas y adornos de papel recortado y rellenados con celofán de colores, resultando los cristalitos muy llamativos.
Aquellos trabajitos llamaron la atención de Don Juan Reynés, administrador del Moderno, el cual adivinando que aquello no podía ser obra del operador, deseaba conocer a ese “muchachito que escribía los cristales”. Después de felicitarme y constatar que cuando iba al cine pagaba mi localidad me concedió entrada libre, lo cual me llenó de satisfacción, y poco después al sorprenderme comprando entradas para mi madre y mi hermana me hizo extensivo el pase a toda la familia, pase que tuvo vigencia hasta que desapareció el cine.
En Mayo de 1925 se inauguró en la calle del Sindicato el cine Oriental, y recomendado por el operador del Moderno quedé contratado para escribir los cristales y pintar con blanco parisién las pizarras que colgaban en la puerta del local para anunciar los programas.
Ahora ya no se trataba de tener como recompensa entrada libre y cuadraditos de película. Percibía por mi trabajo 10 pesetas al mes, cantidad que me fijaron los empresarios mismos asesorados por maestro Francisco. Sin darme cuenta de ello ganaba las primeras diez pesetas de una empresa que llegaría a girar mucho dinero y proporcionaría muchas horas de trabajo.
A la sazón actuaba de operador en el Teatro Lírico, sito en Huerto del Rey, Ramón Úbeda el cual como buen catalán tenía pretensión de ser el operador que mejor sabía escribir los cristalitos, y en verdad que tenía un cierto aire en la rotulación. Empezaba a estar picado de curiosidad porque le decían que en el Moderno había un muchachito que los hacía mejor que él.
En septiembre del mismo año cesó Úbeda en su empleo en el Lírico y entró de operador Ramón Salvá, el cual luego se casaría con mi hermana, y no tenía maña alguna para los cristalitos por lo cual y mediando el distribuidor de películas Matías Garcías entré en el Lírico ganando la cantidad de 15 pesetas mensuales, y ahorrándome el gasto de entradas pues era éste mi teatro predilecto por alternar las funciones de cine con las de zarzuela, ópera, comedia y variedades.
Ya tenía 25 pesetas mensuales cuando el Sr. Reynés en el Moderno me anunció que en premio a mi labor había decidido asignarme una pequeña gratificación de 6 pesetas y que yo en principio pensé que eran mensuales y resultaron ser semanales.
Al cabo de pocos meses pasó a explotar el Balears una nueva empresa y aceptaron mis servicios por seis pesetas semanales.
Y así empezó lo que para mí era como un juego de niños y que luego se convertiría en un trabajo al que dedicaría todo mi tesón constituyéndose en mi único trabajo y medio de vida, y luego el de toda la familia… (continuará)
El cinema als anys vint: quan el cinema esdevingué un espectacle
El cinema, al llarg del decenni dels vint es va consolidar com a espectacle. Quedaven enrere les primeres experiències que suposaren per a una capa àmplia de la població el descobriment de les imatges animades. Això havia estat en espais diversos, com els teatres, cafès, locals d’associacions, etc. Ara s’aixequen nous espais i es reformen antics teatres per a ubicar-hi el nou espectacle cinematogràfic. Aquest fenomen succeeix a Palma, però progressivament s’obren sales comercials a la part Forana: Sóller, Felanitx, Llucmajor, Inca, Manacor, etc.
A Palma, hi havia antigues sales de projeccció eren el Teatre Líric, però se n’obriren de noves com el Cinema Rialto. Aquesta sala obrí les portes el 3 d’abril del 1926 amb un programa doble El príncipe encantador (‘Le Prince charmantt’), una pel·lícula còmica i el noticiari de la Fox. Encara un altra exemple: a Manacor, el 22 de desembre del 1922 s’inaugura el Teatre Principal, i a partir del gener del 1923 s’hi projectava cinema de forma regular.
Es tractava, lògicament de cinema mut. En molts casos, les projeccions tenien un acompanyament musical –fonògraf, agrupació musical piano i/o violí– . També es va posar de moda el cinema a l’aire lliure, com per exemple el cinema que el 1924 s’instal·là al pati del teatre Victòria, de Sóller. Aquesta moda es va divulgar en molts pobles al finals dels anys vint i ja als anys trenta.
Tot plegat coincideix en uns moments en els quals la cartellera es nodria, de manera creixent, de pel·lícules nordamericanes, amb preferència del cinema còmic per sobre del d’altres modalitats.
L’arrelament del nou espectacle entre la població, urbana i rural, propicià que des de l’Església se’l miràs amb recel. És a dir, el cinema comença a ser mal vist, considerant-lo un espectacle perniciós des del punt de vista moral. Per això sovinteja en la prema católica tota casta d’advertències sobre els prejudicis sobre els fidels del nou espectacle, i ben especialment entre la joventut. A aquesta estratègia aviat se n’afegirà una altra: la d’obrir cinemes parroquials, amb una oferta cinematográfica controlada pel clergat local que pugui fer competència a les sales comercials.
Manel Santana Morro, historiador
Molt interessant. Un gust gaudir de un troç de la nostra història a l’àmbit del cinema i de la cultura en general. Enhorabona Publicitat Matas i molts d’anys!
Moltes gràcies Fermin!
¡Enhorabuena! Publicidad Matas: Referencia de profesionalidad, coherencia…buen hacer…buena gente. Un orgullo haberos conocido cuando empecé a trabajar. A toda la familia Matas: Muchas gracias por vuestro tesón y tanto cariño y devoción.
Han pasado más de 40 años desde que empezaste a trabajar en aquel pequeño despacho de la calle Arturo Rizzi (ahora Nuredduna) ¿te acuerdas? y desde entonces siempre hemos tenido una relación cordial y sincera.
En nombre de toda la familia Matas,
¡Muchas gracias, Maria, por este comentario tan emotivo y cariñoso!